Acerca de nuestros 50 años
La XXI...
“No es grande el que siempre triunfa, sino el que jamás se desalienta” (Juan Martin Descalzo)
Una graduación es el resultado del esfuerzo, constancia y disciplina que se ha puesto con el objetivo de lograr una meta educativa. Sin duda, es un evento que no debe pasar desapercibido y las palabras, los agradecimientos o las felicitaciones siempre serán bienvenidas.
“El futuro pertenece a los que creen en la belleza de sus sueños” (Eleanor Roosevelt)
En lo que concierne, hubo una graduación especial hace un tiempo, antes se decía que 20 años no es nada. hoy diría que 50 años no es nada, pues recuerdo como ayer el 21 de octubre de 1972, el grupo de 33 jóvenes recibimos los títulos que nos acreditaban como “Maestros de Educación Primaria Urbana” egresados del Colegio San Sebastián. Cinco décadas después, al reunirnos para conmemorar el aniversario de bodas de oro del evento de graduación que permitió el final de un ciclo de años de estudio y que al mismo tiempo simbolizó el inicio de una nueva etapa en la que se requiere tanta energía y motivación para seguir avanzando hacia el logro de los objetivos propuestos, esta vez sin el acompañamiento de educadores pedagogos, sino con profesores de enfoque profesional.
Estos maestros, algunos por continuar su esfuerzo educativo se hicieron profesionales universitarios y no ejercieron, otros confirmaron su vocación y ejercen la docencia. Con la formación recibida enfrentaron sus destinos en la vida de manera ética y moralmente. En la reunión / celebración, que se llevará a cabo el próximo 22 de octubre de 2022, se espera la asistencia de varios de ellos algunos ya jubilados, de los cuales uno de ellos Jorge Armando,
que reside en Canadá y viene al país solo para participar en la reunión. Y así, varios los graduados, no es posible ubicarlos o residen en el extranjero y no podrán asistir.
Será un convivio en el que se compartirán recuerdos y anécdotas de su paso por el colegio. A algunos compañeros no los vemos desde el día de la graduación, a otros desde hace 25 años, cuando se hizo una cena con el acompañamiento de esposas, pero hay un grupo que se han reunido para compartir eventualmente (yo unas pocas veces) y que quedan de juntarse nuevamente.
Recuerdo que el paso por el Colegio nos formó como seres humanos comprometidos con los valores y la ética del apostolado magisterial, y sé que todos los compañeros fuimos instruidos para ser líderes en la vida, nos impartieron conocimientos de psicología, didáctica, formulación de investigación, química, física, el fortalecimiento de los postulados de matemáticas, lenguaje, ciencia y ámbito social, sin descuidar la formación religiosa, moral y deportiva. “Educar la mente sin educar el corazón no es educación en lo absoluto” (Aristóteles)
Pero compartir las experiencias con un grupo de jóvenes de la misma edad con quienes se convivio día a día durante ese ciclo, es uno de los recuerdos imperecederos que nos mantiene hoy como si hubiesen sucedido el día de ayer y no sentir haya pasado el tiempo. Hablaremos de los profesores que tuvimos en aquellos cortos años, de las ocurrencias que sucedieron, de las tradiciones y el honor con que participamos, de lo que éramos y nos destacaba a cada uno, y un montón de hechos que dejaron profundas huellas en nuestras mentes ávidas de sapiencia, ¡cuántos gratos recuerdos! También hablaremos de los logros alcanzados por cada uno, del destino que nos guio en la vida, de las familias que formamos, del éxito o dificultad que hayan tenido cada uno, pero que todos haremos propios en apoyo incondicional por lo que nos une.
¡Doy Gracias a Dios y a la vida por tanta gente valiosa que me ha dejado profundas huellas en mi mente y sobre todo en mis sentimientos y recuerdos!
Luis Ricardo
Nos llegó la tarde.
Parece que fue ayer cuando compartimos el aula, pero más que compartir un salón de clases o un colegio, compartimos nuestros años formativos que son los más importantes, porque nos enseñaron a ser parte de lo que somos ahora.
Tenemos tantas aventuras, historias, anécdotas que cada uno recuerda y muchas más cuando nos juntamos y las platicamos entre nosotros. Puro recuerdo de buenas épocas y un pasado dichoso por haber podido hacerlas.
Ahora, todavía con ganas, ánimo y fuerza tenemos caminos por recorrer y sobre todo cumplir o alcanzar nuestro propósito de vida y nuestro propósito de familia o legado.
Así que animo muchachos, recordemos:
… a tu sombra seremos mejores…
Jorge Fernando
Una Aproximación a la Década de los 60's en San Sebastián
Para finales de 1963 recuerdo que mi papá me llevo a visitar a su amigo Walter Peter, un suizo que vivía cerca de nuestra casa que se hizo famoso porque siempre se movilizaba en una bicicleta y por andar subiendo todos los volcanes del país. Walter Peter era profesor de atletismo y gimnasia en varios colegios, uno de ellos era el Colegio San Sebastián y le sugirió a mi papá que me inscribiera en ese colegio, lo cual hizo con su apadrinamiento. Por ello para 1964 inicié mis estudios de cuarto primaria en ese colegio.
Una primera diferencia entre el Colegio donde cursé mis primeros años de educación primaria y el Colegio San Sebastián fue que el primero era mixto, es decir, había mujeres y varones, en cambio San Sebastián era solo de varones. El segundo aspecto que note fue la disciplina. Había todo un sistema de controles, los alumnos de secundaria controlaban la disciplina de los de primaria, la limpieza de las aulas, el orden de los pupitres, el silencio en horas de clases, el orden en las filas para ingresar a las aulas, las salidas para los rezos en el patio, el respeto cuando se asistía a las misas, etc.
El colegio en si era mucho más grande en aulas, pero gran parte de ellas eran de madera y se trabajaba en la construcción de nuevos salones. Cuarto Primaria lo curse en un aula sin pared al patio, sino que lo que existía era una gran cortina para proteger del sol en la tarde, y que muchas veces la usábamos para colgarnos imitando a Tarzan; Quinto Primaria ya fue en aula con paredes, pero era también el salón de música, donde se guardaban todos los instrumentos de la banda y se recibían clases de solfeo después de las clases normales. Sexto Primaria lo curse en un aula nueva.
Por supuesto había en este colegio muchos más alumnos, de tal forma que había dos secciones por cada grado. A mí me ubicaron en la sección A, a los de la sección B casi no los miraba más que en las filas de entrada a clases y realmente poca relación se cultivó con ellos en estos años.
Las clases iniciaban a las 8 de la mañana hasta las 12 del medio día, se iba a casa a almorzar y se retornaba a clases por la tarde a las 2 pm hasta las 4 pm. Después de las 4 pm se participaban en actividades extra aulas, como música, bandas, scouts y coros. Recuerdo que se practicaba agricultura sembrando frijol, maíz, zanahorias, rábanos, etc en cajones de madera que manteníamos en el fondo del salón y en un patio. También aprendíamos a bordar, surcir ropa, tejer, y otras manualidades.
Un día a la semana se practicaba gimnasia en un área cimentada en la esquina de la 6ª avenida y 2ª calle, y en el campo de básquet ubicado enfrente de la escuela de farmacia de la USAC que quedaba en el parque de la iglesia, lo que estaba a cargo de Walter Peter. Todos los domingos era obligado asistir a misa a las 7 am, donde también se participaba como acolito, auxiliar o algo en la iglesia. Después de esas misas era obligado ir al colegio y formar fila para que se registrara la asistencia tomando lista de los presentes, lo cual afectaba las notas de clase.
La semana antes de semana santa se dedicaba a aspectos religiosos. Llegaban varios sacerdotes a impartir charlas, a confesar, a contar historias bíblicas, y un día de esa semana se dedicaba cada grado a elaborar un altar pues se realizaba un “via crucis”. Nos dejaban salir del colegio a recoger flores al parque de la iglesia, pero también íbamos corriendo a la calle de ingreso al Hipódromo del Norte a recoger buganvilias y Jacarandas, con las cuales se hacían alfombras para el paso del vía crucis. También se hacía un álbum con recortes de los periódicos sobre las procesiones de semana santa, sus itinerarios, recorridos, historias de sus organizaciones, historias de sus imágenes, sus cofradías, etc como parte de las tareas de semana santa.
El colegio era bastante religioso, pero no tenía profesores que fueran sacerdotes, alguno que otro sí, pero la mayoría de maestros eran laicos, y los sacerdotes eran para las clases de religión más que todo, las cuales tampoco eran muy estrictas sino más bien de reflexión y análisis sobre las historias bíblicas.
Yo me quedaba después de las clases normales para participar en el coro, algunas veces para tomar clases de solfeo y tratar de tocar algún instrumento musical. Con el coro fui a cantar a varias otras iglesias, como a Santo Domingo y la Catedral, lo cual se hacía siempre usando el uniforme de gala, con la consigna de que, aunque fuera día inhábil, se debía uno comportar como “un alumno de San Sebastián” es decir, inmaculadamente bien, con respeto, caminando recto, sin mascar chicle, sin detenerse en las esquinas y pararse encorvado, etc.
De esos años recuerdo que en 1965 empezamos a recibir clases de dibujo, aprendí mucho sobre perspectiva, claro-oscuro, matices, tipos de papeles, que nos enseñaba una profesora que decían “posaba desnuda” para los pintores, la verdad nunca supe si era verdad y más bien creo eran habladurías de patojos.
También recuerdo que en ese año vino a Guatemala la película Mary Poppins, y llegaron al colegio a regalar unas entradas para ir al cine Lux de la sexta avenida. La directora ordeno que se repartieran entre los mejores alumnos de cada clase o se rifaran entre los mejores según dispusieran los profesores. Pero resulto que el día en que se rifarían las entradas de mi clase, era mi cumpleaños, por lo que la maestra me dio una entrada a mí y la otra a un alumno de nombre Miguel Ángel Ordoñez, que decían era su preferido por “bonito”. Fue así como fui a ver Mary Poppins en septiembre de 1965, caminamos con mi compañero y otros alumnos del colegio hasta el cine y luego regresamos al medio día.
Algo que recuerdo de este año es que empezó a llegar al colegio un par de señores que trabajaban en el Banco del Niño, una dependencia del Banco del Crédito Hipotecario Nacional, con la idea de fomentar el ahorro y enseñar a los niños sobre ello. Se abría una cuenta a nombre propio con 5 centavos, y luego cada semana pasaban para que uno ahorrara en su cuenta, aceptando lo que fuera en dinero. Así abrí mi primera cuenta de ahorro y empecé a ahorrar uno o dos centavos cada semana…
Otra cosa que recuerdo es la primera excusión en que participe sin la compañía de mis padres, o de algún familiar que me cuidara. Resulto que el colegio se daba a la tarea de estar organizando rifas para obtener dinero e ir pagando la construcción de nuevas aulas, y en una ocasión se rifo una excursión a la finca Muxbal, donde se había constituido un área especial para los boy scouts.
Fue mi clase la que se ganó el viaje, y se pidió a los padres de los alumnos la autorización para irnos de excursión todo un día a conocer el campo, a hacer caminatas por el bosque y a nadar en una piscina nueva en el lugar. Recuerdo que la pasamos alegres, corriendo, jugando pelota, aprendiendo de los scouts viejos que nos atendieron, como hacer nudos, fogatas, señales, marcar huellas, armar tiendas de campaña, etc.
Para eso de las 3 pm se autorizó ir a la piscina, pero yo no tenía calzoneta ni sabía nadar, por lo que me quede solo viendo en la orilla. Al verme ahí, un compañero de nombre Exal Rene Juárez Archila se me acerco y me ofreció su calzoneta, quitándosela y entregándomela ahí mismo. Era la primera vez que me metía a una piscina de agua, la cual sentí muy fría, pero con todo y eso me metí con temor, di varias zambullidas siempre en la parte no profunda, y goce bastante. Al salir, porque ya estaban llamando para regresar al colegio, no me percaté de que se me había caído mi cadena de oro que me habían dado cuando hice mi primera comunión, quise volver a buscarla, pero no había tiempo y solo miré por la orilla de la piscina.
Fue por estos años también en que tome conciencia del problema guerrillero. Un día que caminaba a la salida del colegio rumbo a la 9ª avenida y 2ª calle para tomar la camioneta No 7 con rumbo a casa, se escuchó sirenas y balazos que provocaron gran alarma y varios profesores empezaron a gritarnos que volviéramos a ingresar al colegio.
De 1965 también recuerdo mi primera pelea pactada. Se acostumbraba que, si había diferencias entre alumnos, estas se solventaran después de clases, por lo general en el área cementada del jardín de la iglesia donde se practicaba gimnasia, pero era común también que esas diferencias surgieran por provocaciones de los alumnos que buscaban que alguien se peleara con otro. Así que alguien provoco que Julio Estuardo Fagianni Soto y yo pactáramos pelearnos a la salida de las clases. Julio era por supuesto más alto que yo, y recuerdo que me miro con cierta duda sobre lo que pasaba, pero ni modo, el poder de la masa imponía el evento.
Fuimos rodeados y casi empujados por la masa, llevados hasta el área de gimnasia y encerrados en un círculo humano para que peleáramos. Recuerdo que me empujaron hacia Julio y me agache, lanzando puñetazos a su vientre, mientras el respondía con golpes sobre mi espalda. Pero ninguno de los dos parecía esforzarse por dañar al otro, así que la cosa paro y se dio por terminada.
En este año escuche por primera vez de un tal Pele, pues se llevaron a la clase a escondidas, unos radios portátiles para escuchar los partidos del mundial que se celebraban en Londres. Era emocionante no el partido en sí, sino estar pendientes de que los profesores no confiscaran los radios, pues la directora los tenía prohibidos en clase.
Otra cosa que recuerdo de este año es que se tornó común entre los alumnos el hablar sobre donde continuaríamos nuestros estudios en 1967, ya que varios de los compañeros decían que ya no continuarían la secundaria en este colegio…lo que significo como un desgranar de amistades infantiles que a varios afectó como primera experiencia sentimental.
De los que se fueron y emigraron a la escuela politécnica recuerdo a Sergio Rodríguez, a quien años más tarde encontré como Licenciado en Farmacia; a Tomas Del Cid Doninelli, que se graduó de Ingeniero Civil; a Enrique García Chacón, que se graduó de Medico y Cirujano; a Carlos Federico Peña, quien hizo carrera en la milicia y lo encontré como Coronel del Ejército; también emigro Julio Estuardo Fagiani Soto, pero este se fue al Internado La Salle en Antigua Guatemala, y a quien luego rencontré en la universidad, graduándonos ambos de ingenieros civiles; y a Julio Cesar Alegría, que comprendí se regresó a Quetzaltenango y de quien no supe nunca más nada.
El final de cada año de primaria se coronaba con los actos de fin de curso, que consistían en un desfile dentro de las instalaciones del colegio y la entrega de medallas a los mejores alumnos. El fin de primaria se puntualizaba como un cierre especial para los alumnos de sexto año, instando para que dieran inicio al ciclo se secundaria.
La Secundaria
Colegio San Sebastián (1967 a 1969)
La secundaria se componía de tres años, llamados primero, segundo y tercero de secundaria, pero que en algún momento de 1968 el ministerio de educación dio en llamarlos primero, segundo y tercero básico.
La secundaria se impartía en el segundo nivel del colegio, totalmente separados de primaria, pero en compañía del ciclo que se llamaba “diversificado”, que para el caso del colegio solo existía el magisterio.
Un cambio en secundaria fue el horario; se ingresaba a clases a las 7 am, luego a las 9 am se salía al patio a rezar, a las 10 am se salía a recreo por 15 minutos, luego a las 11 am se volvía a salir al patio para rezar el ángelus y terminaban las clases a las 12:30 am para ir a casa a almorzar, debiendo retornar a clases a las 2 pm para terminar a las 4 pm. Cabe decir que eso de rezar, se practicaba siempre también al inicio de las jornadas, es decir, a las 7 am y a las 2 pm.
Otro cambio importante que note en secundaria fue que ya no se tenía un solo maestro para el aula, ahora era un maestro para cada materia, por lo que a cada 45 minutos se cambiaba de profesor, y en cada cambio de materia, había que tener cuidado de no hacer mucho relajo, pues era castigado como falta de respeto y de disciplina, aplicándose el castigo a todo el grupo de alumnos. Cada vez que salía o ingresaba un profesor a la clase se debía uno poner de pie y dar los buenos días o buenas tardes.
La disciplina estaba a cargo de los alumnos de sexto magisterio, quienes nos vigilaban en los recreos, en los pasillos, y hasta dicen que en las calles pues reportaban sobre el comportamiento de los alumnos incluso en fines de semana. La idea era mantener esa idea de que “los alumnos de San Sebastián lo son no solo dentro del colegio sino también afuera”, lo que imponía que nos conociéramos e identificáramos en todo lugar, a tal punto que por muchos años ya graduados del colegio, nos reconociéramos entre varias promociones en la vida cotidiana.
El primero básico también se conformó con dos secciones. Yo fui designado a la sección A, y se nos instaló en un aula nueva, amplia y bien iluminada, a donde recibimos varios compañeros nuevos. Recuerdo que llegaron Jorge David Calvo Drago, Luis Ricardo Batres Bianchi, Julio Sagastume , Julio Estuardo Dardón Solís.
Fue este año de 1967 en que se iniciaron también las clases de atletismo en el Estadio Mateo Flores (que después cambiaron al nombre de Doroteo Guamuch Flores, por eso de querer componer la historia…), debiendo ir todos los miércoles por la tarde desde las 2 pm. Así que los miércoles se recibía clases de 7 am a 12:30 am, para luego ir a almorzar a casa, de donde se partía al estadio para estar allá a las 2 pm hasta las 4 pm aprendiendo todas las disciplinas del atletismo, no solo carreras, sino también saltos, maratones, lanzamientos de bala, jabalina, martillo, etc, es decir, todo lo relacionado con las olimpiadas.
Para estas cosas ya no estaba Walter Peter sino que aparecieron otros maestros, Carlos Iriarte y Mario Melara, quienes eran como los entrenadores de atletismo. Iriarte era el más dinámico y dedicado, explicaba muy bien las técnicas y enseñaba bien las disciplinas olímpicas.
El colegio participaba en unas olimpiadas escolares cada año que se celebraban en este estadio, donde competía con otros colegios, principalmente con el Colegio San José de los Infantes, la Normal y el Central para Varones, a veces el Liceo Guatemala. Esa semana de competencias no había clases en el colegio, sino que todo el tiempo se asistía al estadio, ya sea para participar en alguna disciplina deportiva o para hacer porras a los competidores.
En lo personal nunca me fue grato esto del atletismo, pero ni modo había que practicarlo. Con los años me gusto ver las olimpiadas en la tele, pero no logre nunca hacerme a practicar ninguna disciplina.
Para 1968 curse segundo básico para el que nos ubicaron en un aula vieja, estrecha y con goteras, que cuando iniciaba la lluvia debíamos esquivar, por lo que muchas veces se suspendían las clases y hasta terminábamos mojados.
Había a la derecha del aula una puerta de madera vieja que daba acceso a una bodega llena de cosas y polvo, donde se guardaba una colchoneta y cada vez que había clase de gimnasia, había que entrar a traer y dejar…lo cual provocaba también que nos teníamos que estar moviendo con los pupitres para dejar pasar esa colchoneta.
Fue en esta aula y en este año que recibí mi primera regañada de un profesor frente a toda la clase. Don Carlos Díaz del Cid, un tipo alto y gordo, que impartía ciencias naturales, y estaba enseñando las partes de una célula, enfatizando que no quería oír que dijéramos “cedula” en lugar de célula…en un momento dado empezó a preguntar sobre esas partes y pedir a alumnos que preguntaran a otros. A mí me pidió que preguntara algo y escucho que dije algo así como “…. Como se llama esa parte de la cedula…” . Yo no creí haber dicho cedula, pero ni modo, el escucho cedula y no célula, así que me dio una regañada pidiendo que me quedara de pie en la clase...
1969 fue el año en que curse tercer año básico, el cual se hizo en un aula vieja también de madera, aunque sin goteras, pero con unas ventanas sin vidrio que daban al patio por donde se colaba el agua cuando llovía…Esta aula era también estrecha, y casi no se podía caminar entre las filas de los pupitres.
De este año recuerdo a un profesor que nos daba Artes Industriales, y a otro de apellido Diaz que decían era artista pintor pues nos daba Artes Plásticas; Moral y Ética nos impartía Armando Ruano, que al tiempo se lo llevo el Liceo Javier. Fue este año también en que nos llegó a dar clases de religión el Padre Chico, un españolete alto y delgado que inicialmente creímos era su apodo, pero resulto que ese era realmente su apellido, y realmente era sacerdote.
El padre Chico con el tiempo dejo de ser sacerdote y lo encontré cuando yo estaba en primer año de la Universidad, al ir a comprar un libro a una librería en el centro comercial de la zona 4 llamada Artemis. Resulto que era dueño de la librería, y se especializaba en traer libros de España, para grados universitarios, y se había casado con la señora que atendía la caja de la librería. Con los años la librería creció y se hizo editora de libros, y se llamó Artemis-Edinter, hasta que la Pandemia le afecto grandemente y se vio reducida su actividad.
En tercero básico también se iniciaba la práctica de marchar para el 14 y 15 de septiembre, de la cual me salve este año por no tener la estatura mínima, así que solo los más altos eran reclutados para formar pelotones, que por dos o tres semanas de agosto y septiembre, cada año debían ir a practicar la marcha en el Hipódromo del Norte regresando todos cansados, sudados al medio día, para volver por las tardes a recibir clases. Todo un suplicio…
El colegio también competía en esto de marchar y que quizás por la carga física nunca me agrado. De hecho busque siempre “esconderme” con alguna excusa para no participar en ello, lográndolo hasta que en 1971 me atrapo Jorge Calderón (La Iguana) que para ese momento estaba en sexto magisterio y como tal responsable de esas marchas, así que un día en que me había quedado escondido en casa bajo pretexto de estar enfermo para no asistir, llego a mi casa con Julio de León Aguilar a sacarme y llevarme al ensayo de marchas… solo marche 1971 y 1972, este último año porque obligadamente debía hacerlo por ser el último año de colegio, y lo hice como parte de los abanderados.
Con tercero básico se completaba la secundaria y había que decidir que estudiar en el diversificado, lo que imponía otra vez la afectación de un desgrane de amistades. Había varios que por inercia de seguir en el colegio optarían por el magisterio…
Cincuenta años después es plausible la huella que estos años dejaron tanto en mi como en todos mis compañeros de aula, una huella que con el paso de este tiempo es todo un sello de pertenencia, de identificación social, y una característica reconocible de conducta, de sensibilidad y de solidaridad en las acciones de la vida en que hemos participado, por las cuales debemos un eterno agradecimiento al Colegio como institución, a sus maestros como elementos que impregnaron ese sello en nosotros, a sus tradiciones que permearon nuestra conducta, y por las cuales somos los que somos.